REVISTA HISTORIA PATRIA
Isaac Asimov (Rusia 1920 – EE.UU 1992)
Este extraordinario escritor, reconocido principalmente por sus brillantes relatos de ciencia ficción y las famosas “Tres Leyes de la Robótica”, también dejó importantes obras de divulgación científica e investigación historia, en su prolífica galería de publicaciones. En este último ámbito, resaltamos su genial faceta como historiador, presentando un extracto de su maravillosa obra titulada Colección de Historia Universal, y en especial de su libro: “Los Estados Unidos Desde 1816 Hasta La Guerra Civil”
Andrew Jackson y el Estado de Florida
España no
había estado en guerra con los Estados Unidos, pero tampoco era una potencia
amiga. Estaba resentida por la compra americana de Luisiana a Francia, pues
Francia había arrancado la región ilegalmente a España. Además, Estados Unidos
había interpretado la compra ampliamente y se había apoderado unilateralmente
de la región de la costa del golfo de Florida occidental, incluyendo la ciudad
de Mobile, que había tomado por la fuerza en 1813. Además, aunque España, por
enemistad con Gran Bretaña, había ayudado a Estados Unidos a conquistar su
independencia, el ejemplo americano era peligroso para su dominación, cada vez
menos sólida, sobre México, América Central y la mitad de América del Sur. Así,
aunque España no tomó medidas manifiestas contra Estados Unidos, ciertamente no
estaba dispuesta a ayudar a los americanos contra sus enemigos.
Entre esos
enemigos estaban los indios del Sudoeste americano, los cuales habían guerreado
contra Estados Unidos en el curso de la Guerra de 1812 y habían sido derrotados
por un duro hombre oriundo de Tennessee, Andrew Jackson (nacido en la frontera
con Carolina, el 15 de marzo de 1767), quien se convirtió posteriormente en héroe
nacional al obtener una gran victoria sobre los británicos en la-batalla de
Nueva Orleans, el 8 de enero de 1815.
Pero algunos
de los indios derrotados se retiraron a la Florida septentrional, adonde las
fuerzas americanas legalmente no podían seguirlos y donde las fuerzas españolas
no veían ninguna razón para actuar contra ellos. A los indios se unieron negros
que escapaban de la esclavitud. Los indios y los negros juntos se llamaban a sí
mismos seminólas (de una palabra india que significa 'fugitivos’). El río
Apalachicola corre hacia el sur a través de la Florida occidental, y en su
desembocadura, a trescientos veinte kilómetros al este de Mobile, los británicos
habían fundado Fort Apalachicola durante la Guerra de 1812. Los seminólas se
habían adueñado de este fuerte y lo usaban como base para hacer incursiones por
los campos de Georgia y Alabama. Peor aún, desde el punto de vista de estos
Estados, la existencia de Fort Apalachicola era un constante incentivo a la
fuga de esclavos.
Por ello, en
1816, Estados Unidos envió una fuerza armada a Florida y el 27 de julio
destruyó el fuerte. Esto no tuvo mayores repercusiones, pues si bien el
territorio era teóricamente español, no había fuerzas españolas en la vecindad,
y aunque España probablemente ayudaba a los seminólas subrepticiamente, no
estaba dispuesta a hacer de eso un problema real.
Pero los
seminólas contraatacaron, y lo que siguió fue llamado la Primera Guerra
Seminóla. Puesto que Estados Unidos no podía librar eficazmente la guerra si
los indios usaban la Florida como santuario intocable, el ejército americano
recibió órdenes de perseguir a los seminólas por la península hasta los mismos
puestos españoles. El 26 de diciembre de 1817 se otorgó el mando del ejército
al vigoroso y muy poco sutil Andrew Jackson. Sus instrucciones le parecieron
oscuras y escribió a Washington pidiendo aclaraciones. Preguntó si tenía
permiso para hacer lo que juzgase mejor, en cuyo caso podía apoderarse de toda
Florida, de un extremo a otro, en sesenta días. El secretario de Guerra bajo el
presidente Monroe era John C. Calhoun. Ni él ni el presidente consideraron
adecuado contestar la carta de Jackson.
Pero
entonces Jackson fue demasiado lejos. Encontró dos súbditos británicos,
Alexander Arbuthnot y Robert C. Ambruster, y sospechó que suministraban
material de guerra a los seminólas. Quizá lo hicieran, pero no eran americanos
ni actuaban en suelo americano, y los americanos estaban allí ilegalmente.
Pasando todo esto por alto, Jackson hizo fusilar a uno de los comerciantes y
ahorcar al otro. Luego, sin pedir permiso a nadie, nombró un gobernador militar
de Florida y retornó a su país.
Naturalmente, España protestó con vehemencia, y si bien el gobierno británico optó por no hacer nada, la opinión pública británica reaccionó furiosamente y parecieron cernirse nuevamente las nubes de la guerra. Presumiblemente, la idea era dejar que Jackson hiciese lo que quisiera (y sabían que éste actuaría audazmente). Si las cosas salían bien, magnífico. En caso contrario, Monroe y Calhoun podían decir que Jackson había actuado sin órdenes y arrojarlo a los lobos.
Jackson tomó
el silencio por consentimiento (como el gobierno sabía que haría) y se abalanzó
a Florida. Tomó San Marcos el 7 de abril de 1818, y Pensacola el 24 de mayo,
ocupando toda la faja noroccidental de la región. Éstos no eran puestos indios,
sino fortificaciones españolas. Esto ocurría en el mismo momento en que John
Quincy Adams, ahora secretario de Estado de Monroe, estaba negociando con Luis
de Onís, el embajador de España en Estados Unidos, sobre límites en disputa y
sobre el permiso que daba España para que los indios usasen la Florida como
refugio. Podía parecer que la vigorosa ofensiva de Jackson ponía en mala
situación a Adams, pero de hecho no era así. Adams se lamentó de la cuestión
ante el embajador español, pero era muy consciente de que Jackson estaba
demostrando a España que no podría mantener la Florida por mucho tiempo y que
causaba más trastornos de lo que valía.
Monroe tuvo
que tomar una decisión y reunió a su gabinete, la mayoría del cual optó por la
retirada; Calhoun, en particular, estuvo a favor de formar un consejo de guerra
a Jackson como manera de apaciguar a España y Gran Bretaña.
Además, el
bando más cauteloso del Congreso, conducido por Henry Clay, pensaba que Jackson
debía ser censurado. Pero Adams apoyó las acciones de Jackson y argumentó
vigorosamente que Estados Unidos debía seguir una política firme y no volverse
atrás. Hacía más aceptable esta opinión el hecho de que la aventura de Florida
resultó ser enormemente popular entre el público americano (como siempre ocurre
con las aventuras militares entre cualquier público... cuando tienen éxito).
Monroe finalmente respaldó a Adams y Jackson no fue reprendido.
En cambio,
Adams envió una nota al gobierno español en la que tomó la ofensiva, acusando a
los españoles de alentar la anarquía y las actividades antiamericanas en
Florida. Defendió a Jackson alegando que había actuado en defensa propia y
ofreció a España la alternativa de conservar la Florida en la paz y el orden o
cederla a los Estados Unidos. Luego salvó las apariencias para España
restituyendo el territorio que Jackson había tomado. Para entonces, España
comprendió claramente que debía ceder la Florida a los Estados Unidos
voluntariamente o sufrir la humillación de que éstos la tomasen por la fuerza.
Por ello, el 22 de febrero de 1819 el secretario de Estado y el embajador
español firmaron el Tratado Adams-Onís, que fue rápidamente ratificado y
convertido en ley.
Por este
Tratado, Florida era cedida a Estados Unidos, con lo que llegaron a su fin tres
siglos de dominación española allí (exceptuando el período comprendido entre
1763 y 1783, en que la Florida fue británica). Estados Unidos no pagó por la
Florida, pero convino en hacerse cargo de las deudas por cinco millones de
dólares que España debía pagar a ciudadanos americanos. Además, el Tratado
establecía una línea fronteriza definida a través de todo el continente, desde
el golfo de México hasta el océano Pacífico, que separaba los territorios de
Estados Unidos de los españoles. A diferencia de la línea establecida en el
Norte, ésta del Sur y el Oeste no duraría más de una generación.
ISAAC ASIMOV

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