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martes, 3 de mayo de 2022

REVISTA HISTORIA PATRIA - ISAAC ASIMOV HISTORIADOR - HISTORIA DE ESTADOS UNIDOS

REVISTA HISTORIA PATRIA
Isaac Asimov (Rusia 1920 – EE.UU 1992)

REVISTA HISTORIA PATRIA - ISAAC ASIMOV HISTORIADOR - HISTORIA DE ESTADOS UNIDOS

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Este extraordinario escritor, reconocido principalmente por sus brillantes relatos de ciencia ficción y las  famosas  “Tres Leyes de la Robótica”, también dejó importantes obras de divulgación científica e investigación historia, en su prolífica galería de publicaciones. En este último ámbito, resaltamos su genial faceta como historiador, presentando un extracto de su maravillosa obra titulada Colección de Historia Universal, y en especial de su libro: “Los Estados Unidos Desde 1816 Hasta La Guerra Civil”

Andrew Jackson y el Estado de Florida

España no había estado en guerra con los Estados Unidos, pero tampoco era una potencia amiga. Estaba resentida por la compra americana de Luisiana a Francia, pues Francia había arrancado la región ilegalmente a España. Además, Estados Unidos había interpretado la compra ampliamente y se había apoderado unilateralmente de la región de la costa del golfo de Florida occidental, incluyendo la ciudad de Mobile, que había tomado por la fuerza en 1813. Además, aunque España, por enemistad con Gran Bretaña, había ayudado a Estados Unidos a conquistar su independencia, el ejemplo americano era peligroso para su dominación, cada vez menos sólida, sobre México, América Central y la mitad de América del Sur. Así, aunque España no tomó medidas manifiestas contra Estados Unidos, ciertamente no estaba dispuesta a ayudar a los americanos contra sus enemigos.

Entre esos enemigos estaban los indios del Sudoeste americano, los cuales habían guerreado contra Estados Unidos en el curso de la Guerra de 1812 y habían sido derrotados por un duro hombre oriundo de Tennessee, Andrew Jackson (nacido en la frontera con Carolina, el 15 de marzo de 1767), quien se convirtió posteriormente en héroe nacional al obtener una gran victoria sobre los británicos en la-batalla de Nueva Orleans, el 8 de enero de 1815.

Pero algunos de los indios derrotados se retiraron a la Florida septentrional, adonde las fuerzas americanas legalmente no podían seguirlos y donde las fuerzas españolas no veían ninguna razón para actuar contra ellos. A los indios se unieron negros que escapaban de la esclavitud. Los indios y los negros juntos se llamaban a sí mismos seminólas (de una palabra india que significa 'fugitivos’). El río Apalachicola corre hacia el sur a través de la Florida occidental, y en su desembocadura, a trescientos veinte kilómetros al este de Mobile, los británicos habían fundado Fort Apalachicola durante la Guerra de 1812. Los seminólas se habían adueñado de este fuerte y lo usaban como base para hacer incursiones por los campos de Georgia y Alabama. Peor aún, desde el punto de vista de estos Estados, la existencia de Fort Apalachicola era un constante incentivo a la fuga de esclavos.

Por ello, en 1816, Estados Unidos envió una fuerza armada a Florida y el 27 de julio destruyó el fuerte. Esto no tuvo mayores repercusiones, pues si bien el territorio era teóricamente español, no había fuerzas españolas en la vecindad, y aunque España probablemente ayudaba a los seminólas subrepticiamente, no estaba dispuesta a hacer de eso un problema real.

Pero los seminólas contraatacaron, y lo que siguió fue llamado la Primera Guerra Seminóla. Puesto que Estados Unidos no podía librar eficazmente la guerra si los indios usaban la Florida como santuario intocable, el ejército americano recibió órdenes de perseguir a los seminólas por la península hasta los mismos puestos españoles. El 26 de diciembre de 1817 se otorgó el mando del ejército al vigoroso y muy poco sutil Andrew Jackson. Sus instrucciones le parecieron oscuras y escribió a Washington pidiendo aclaraciones. Preguntó si tenía permiso para hacer lo que juzgase mejor, en cuyo caso podía apoderarse de toda Florida, de un extremo a otro, en sesenta días. El secretario de Guerra bajo el presidente Monroe era John C. Calhoun. Ni él ni el presidente consideraron adecuado contestar la carta de Jackson.

Pero entonces Jackson fue demasiado lejos. Encontró dos súbditos británicos, Alexander Arbuthnot y Robert C. Ambruster, y sospechó que suministraban material de guerra a los seminólas. Quizá lo hicieran, pero no eran americanos ni actuaban en suelo americano, y los americanos estaban allí ilegalmente. Pasando todo esto por alto, Jackson hizo fusilar a uno de los comerciantes y ahorcar al otro. Luego, sin pedir permiso a nadie, nombró un gobernador militar de Florida y retornó a su país.

Naturalmente, España protestó con vehemencia, y si bien el gobierno británico optó por no hacer nada, la opinión pública británica reaccionó furiosamente y parecieron cernirse nuevamente las nubes de la guerra. Presumiblemente, la idea era dejar que Jackson hiciese lo que quisiera (y sabían que éste actuaría audazmente). Si las cosas salían bien, magnífico. En caso contrario, Monroe y Calhoun podían decir que Jackson había actuado sin órdenes y arrojarlo a los lobos. 

Jackson tomó el silencio por consentimiento (como el gobierno sabía que haría) y se abalanzó a Florida. Tomó San Marcos el 7 de abril de 1818, y Pensacola el 24 de mayo, ocupando toda la faja noroccidental de la región. Éstos no eran puestos indios, sino fortificaciones españolas. Esto ocurría en el mismo momento en que John Quincy Adams, ahora secretario de Estado de Monroe, estaba negociando con Luis de Onís, el embajador de España en Estados Unidos, sobre límites en disputa y sobre el permiso que daba España para que los indios usasen la Florida como refugio. Podía parecer que la vigorosa ofensiva de Jackson ponía en mala situación a Adams, pero de hecho no era así. Adams se lamentó de la cuestión ante el embajador español, pero era muy consciente de que Jackson estaba demostrando a España que no podría mantener la Florida por mucho tiempo y que causaba más trastornos de lo que valía.

Monroe tuvo que tomar una decisión y reunió a su gabinete, la mayoría del cual optó por la retirada; Calhoun, en particular, estuvo a favor de formar un consejo de guerra a Jackson como manera de apaciguar a España y Gran Bretaña.

Además, el bando más cauteloso del Congreso, conducido por Henry Clay, pensaba que Jackson debía ser censurado. Pero Adams apoyó las acciones de Jackson y argumentó vigorosamente que Estados Unidos debía seguir una política firme y no volverse atrás. Hacía más aceptable esta opinión el hecho de que la aventura de Florida resultó ser enormemente popular entre el público americano (como siempre ocurre con las aventuras militares entre cualquier público... cuando tienen éxito). Monroe finalmente respaldó a Adams y Jackson no fue reprendido.

En cambio, Adams envió una nota al gobierno español en la que tomó la ofensiva, acusando a los españoles de alentar la anarquía y las actividades antiamericanas en Florida. Defendió a Jackson alegando que había actuado en defensa propia y ofreció a España la alternativa de conservar la Florida en la paz y el orden o cederla a los Estados Unidos. Luego salvó las apariencias para España restituyendo el territorio que Jackson había tomado. Para entonces, España comprendió claramente que debía ceder la Florida a los Estados Unidos voluntariamente o sufrir la humillación de que éstos la tomasen por la fuerza. Por ello, el 22 de febrero de 1819 el secretario de Estado y el embajador español firmaron el Tratado Adams-Onís, que fue rápidamente ratificado y convertido en ley.

Por este Tratado, Florida era cedida a Estados Unidos, con lo que llegaron a su fin tres siglos de dominación española allí (exceptuando el período comprendido entre 1763 y 1783, en que la Florida fue británica). Estados Unidos no pagó por la Florida, pero convino en hacerse cargo de las deudas por cinco millones de dólares que España debía pagar a ciudadanos americanos. Además, el Tratado establecía una línea fronteriza definida a través de todo el continente, desde el golfo de México hasta el océano Pacífico, que separaba los territorios de Estados Unidos de los españoles. A diferencia de la línea establecida en el Norte, ésta del Sur y el Oeste no duraría más de una generación.

ISAAC ASIMOV


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